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La cuestión no es que los alimentos ecológicos sean caros, es que los convencionales son excesiva y artificialmente baratos.
Como dicen, desde organismos internacionales como la FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), o la doctora Lola Raigón presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica:
“los que tienen un precio abusivo son los convencionales. Hay que tener en cuenta que por cada euro que se gasta en alimentos convencionales hay que invertir otro en subsanar los problemas ambientales derivados de su producción, y otro euro en solucionar los problemas de salud que nos causan. Es un coste que no queda reflejado en el precio, pero que pagamos de nuestros bolsillos”.


Los convencionales son los productos que llegan a nosotras a través del sistema agroalimentario convencional globalizado. En él operan grandes empresas de comercialización que controlan todo el proceso, desde la producción hasta el consumo.
Sus características son:

  • Basado en una agricultura industrial intensiva
  • Concentrado y controlado por pocas y grandes empresas.
  • Basado en grandes distancias
  • Produce gran presión sobre ecosistemas y personas, y contribuye al cambio climático

 

Frente a esto creemos que la solución es la AGROECOLOGÍA. Ésta propone una producción ecológica, que se diferencia de la convencional en que no usa productos procedentes de síntesis química (como insecticidas, herbicidas, fertilizantes, fungicidas)  tampoco antibióticos, hormonas del crecimiento ni aditivos alimentarios sintéticos ni organismos genéticamente modificados. Produce alimentos que contribuyen a la atención sanitaria preventiva y al bienestar común, con alta calidad nutricional, y libres de residuos adversos para la salud y el medioambiente.


Pero la agroecología va más allá del sello ecológico, favorece la biodiversidad y la eficiencia energética, añade el consumo de proximidad y de temporada a través de formas de acción social colectiva, basada en relaciones de confianza entre productoras y consumidoras.

Mucha gente confunde consumir alimentos ecológicos con un consumo gourmet, “superalimentos” o procesados.

Para tener una dieta equilibrada y sana, buena para nuestra salud y la del planeta, no es necesario consumir cosas exóticas. Todo lo contrario: consumir alimentos naturales como fruta, verdura, legumbres, frutos secos, aceites de oliva y una ingestión moderada, para quien quiera, de pescado, carnes, huevos o lácteos.

Nuestra experiencia personal es que sí que tenemos que realizar  un cambio de hábitos y consumo…  adaptarnos al ritmo biológico de la naturaleza en nuestro entorno. Es decir, no podemos seguir consumiendo tomates y calabacines durante todo el año, sino adaptarnos lo que la huerta de temporada nos da en nuestra zona en cada época del año.
Un consumo transformador y sostenible implicaría realizar esto en pequeños establecimientos y evitando el plástico.

Según Greenpeace «Si el consumo alimenticio de España volviera a los patrones de la dieta mediterránea de antaño, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían un 72%; el uso de tierras agrícolas se reduciría un 58%; el consumo de energía disminuiría un 52% y el de agua un 33%».

Es una realidad que a nuestros bolsillos precarios les cueste más adquirir esos calabacines ecológicos que los convencionales en una gran superficie. No obstante, cuando entramos en un supermercado salimos con gran cantidad de productos no necesarios que nos “han vendido”.
La carne ecológica es mucho más cara. No obstante, siguiendo las recomendaciones de reducir la ingesta de proteína animal y aumentar la vegetal,  si lo que nos gastamos en carne hormonada  cinco días a la semana lo invertimos en comer carne ecológica un  día y el resto legumbres y proteínas vegetales (mucho más barata que la animal), no encareceremos nuestra compra.

Como dice Raigón “El 75% de las enfermedades del siglo XXI están relacionadas con la ingesta de alimentos. Deberían estar libres de pesticidas. Comer ecológico no es ni de hippies ni de pijos, es un derecho: estos alimentos tienen que ser accesibles para toda la población.”

 

 

Texto: Carmen Moreno y Mayte Toledano. El Enjambre sin Reina

Fotografía "Primer plato, segundo plato y postre a pedal" de María Muñoz