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El modelo agroecológico: ¿utopía o supervivencia?

 

Alba Vidal Ortiz
Estudiante del Máster en Antropología de la Universidad de Sevilla, V
oluntaria en El Enjambre sin Reina y permacultora.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha mandado un contundente mensaje: en 2050 habrá 10.000 millones de personas que alimentar en el mundo. La principal sugerencia del sistema alimentario industrial es duplicar la producción agrícola (1) pero ¿resulta necesario cuando la cantidad de alimentos que se desperdician equivale a lo cultivado en 1400 millones de hectáreas, el 30% de la superficie de tierra agrícola mundial (HLPE, 2014: 24-26) (2)? Destacados analistas plantean que no estamos ante una falta de alimentos sino ante un desigual reparto de los recursos (Sen, 1982) (3) y un sistema alimentario industrial y globalizado que interfiere en los sistemas locales (Friedmann, 1982) (4), contamina las aguas y el suelo, y acapara la tierra. En este contexto, la agroecología se posiciona como una alternativa que ‘provee los principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y manejar agroecosistemas que sean productivos y conservadores del recurso natural, y que también sean culturalmente sensibles, socialmente justos y económicamente viables’ (Altieri, 1995) (5). Precisamente es este triple enfoque que propone la agroecología (técnico-productivo, económico, pero también social y cultural), el que permite un análisis profundo y pluridimensional sobre el sistema alimentario. No obstante, en multitud de ocasiones se desestima con el apoyo de un argumento principal: las prácticas de la agroecología no son productivas y las propuestas sociales y culturales que plantea, inviables.

En primer lugar, nos gustaría enfatizar que estas críticas se apoyan en una lógica mercantilista de la producción alimentaria, donde el alimento se convierte en producto, entendido como sinónimo de mercancía, resaltando su valor comercial o monetario y obviando la necesidad radical de éste para la supervivencia humana y su importancia social, sanitaria, nutricional y simbólica. Además desde el paradigma dominante, esa producción debe siempre crecer sin estudiar si ese crecimiento se asocia o no a algo social y ecológicamente deseado (Naredo, 2021) (6).

En este artículo nos centraremos en estudiar la viabilidad del paradigma que plantea la agroecología ante este reto demográfico-nutricional, ecológico y social, tanto desde un punto de vista técnico, a través de un examen de sus prácticas agrícolas y su comparación con los métodos industriales, como social, a partir de un análisis de los cambios socio-culturales que defiende su modelo y los movimientos sociales que la reivindican.

El rendimiento de la agroecología.

Una de las principales críticas asociadas a las prácticas de la agroecología sostiene que se necesitan más hectáreas de superficie agrícola para obtener el mismo rendimiento que la agricultura industrial. Sin embargo, según datos de la FAO (7), desde los años sesenta la producción de alimentos industrializada no ha aumentado por un mayor rendimiento sino por el incremento de la superficie cultivada. Precisamente, la agricultura industrial sólo puede mantener una alta productividad debido a su dependencia de los combustibles fósiles y los fertilizantes químicos. Según explica la Ley de los Rendimientos decrecientes (8), el uso reiterado de fertilizantes químicos acaba destruyendo la calidad del suelo y su biodiversidad, resultando en una menor producción anual. Por ello, a medida que aumenta la dependencia a los fertilizantes químicos, se va reduciendo la producción cada año. En consecuencia, es precisamente la agricultura industrial la que es dependiente de la expansión en superficie agrícola para mantener y/o aumentar la productividad.

Paralelamente, las prácticas agroecológicas utilizan técnicas como la rotación de cultivos o el acolchado, que potencian la regeneración del suelo, manteniendo la productividad de la superficie cultivada durante más tiempo. Otro de los procedimientos de la agroecología fundamentales es el empleo de estiércol como abono. Esto supone, no sólo un método de restablecimiento de las propiedades edáficas, sino una forma de abaratar los costes al no depender de la inestabilidad de los precios del gas y los combustibles fósiles como sí lo hacen los fertilizantes químicos. Tal y como plantea el agricultor Darren Doherty (9), referente de la agricultura regenerativa, esta práctica agroecológica, no sólo permite una mayor productividad de los suelos sino que establece un vínculo simbiótico entre ganadería y agricultura.

También es necesario destacar la relación de la agricultura industrial con los recursos hídricos. La crisis climática nos recuerda la necesidad de reflexionar sobre el uso del agua en la agricultura, imprescindible pero cada vez más escasa y contaminada. Precisamente, la eutrofización de las aguas se establece como uno de los principales problemas de los acuíferos españoles. El exceso de nutrientes utilizados en la agricultura industrial para la fertilización de los suelos llegan hasta los acuíferos produciendo una proliferación descontrolada de algas fitoplanctónicas y provocando distintos efectos adversos en las masas de aguas que son afectadas. Concretamente, en Andalucía, este fenómeno se puede observar en acuíferos del Poniente Almeriense y del Valle del Guadalquivir, y en Cataluña el 20% de las estaciones de bombeo exceden el máximo establecido por la CE (10). Como respuesta, además del tratamiento de las aguas residuales, se propone apostar por métodos agroecológicos los cuales evitan el uso de fertilizantes químicos.

Asimismo, el 80% de los recursos hídricos totales se destinan en España al uso agrícola. Ya en 2019, el nivel de estrés hídrico en España se situaba en el 40,2% según datos de la FAO, muy por encima de la media europea (8,2%). La comunidad científica es unánime al afirmar que se han sobrepasado los límites de la capacidad de carga en el regadío. No es un fenómeno reciente, pero la crisis climática lo agrava. Leandro del Moral (11), catedrático del departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla y miembro de la Fundación Cultura del Agua mantiene que el debate debe girar en torno a la disminución de la superficie en regadío y no a la modernización de los sistemas de riego. Según declara, ‘la eficiencia del agua no es suficiente, mucho menos para ir ampliando regadíos. Es más, la mayor eficiencia provoca un efecto rebote y relanza el consumo.’ ¿Puede ser, entonces, viable a medio y largo plazo una agricultura industrializada, que no sólo sobreexplota los recursos hídricos, sino que deja inutilizable el agua que necesita para el desarrollo de su actividad? Opuestamente, la agroecología aparece como una alternativa real con propuestas como la diversificación de cultivos, adaptados según estación, clima y ecosistema, las medidas de prevención contra la escorrentía a través del acolchado del suelo, la construcción de instalaciones receptoras de agua o la utilización de variedades locales.

Podríamos ahora continuar comparando los métodos de la agricultura industrial y las prácticas agroecológicas pero preferimos derivar hacia una reflexión sobre la implicación social de ambos modelos, que permita una crítica más profunda sobre las consecuencias de ambos paradigmas.

El cambio será social, o no será.

Uno de los principales factores que demuestran el fracaso social del sistema alimentario hegemónico es la creciente desconfianza de los consumidores y consumidoras hacia el mismo. Estando ante el sistema más regulado de la historia, los/as ciudadanos/as se muestran críticos/as hacia esa comida que aparenta ser segura y está fácilmente disponible. ¿Por qué?

Las sociólogas Cecilia Díaz-Méndez e Isabel García Espejo (12) señalan como causa las evidentes contradicciones que presenta el modelo. La primera de estas paradojas estructurales son la coexistencia de hambre, opulencia, escasez y desperdicio. La aparente contradicción entre las 828 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria (13), frente a las 931 millones de toneladas de alimentos desperdiciados (14) resulta un caso paradigmático de esta situación; en segundo lugar, las autoras mencionan la construcción de procedimientos de seguridad alimentaria frente al carácter estructural del riesgo alimentario en la sociedad globalizada. Como ejemplo, la alta regulación legislativa de la producción alimentaria se opone a la continuidad de las crisis alimentarias como la crisis de las vacas locas (15); la última paradoja se construye a partir de las múltiples fuentes de información y conocimiento disponibles sobre los productos, especialmente en el etiquetado, que chocan con la invisibilidad e incluso la opacidad del sistema, evitando, por ejemplo, saber con qué agroquímicos ha estado en contacto el alimento.

Es precisamente la alta regulación de este sistema por parte de las instituciones públicas la que debería permitir una mayor participación ciudadana, y es un hecho que ésto no está ocurriendo. En este punto es donde la agroecología vuelve a suponer una alternativa, situando la gobernanza responsable y el empoderamiento de la ciudadanía respecto de la toma de decisiones en las políticas alimentarias como uno de sus principales pilares: una gobernanza a nivel local, contextualizada y participativa que fomente la cooperación entre los diferentes actores/as de la producción alimentaria.

En relación a estos actores/as implicados en el proceso de producción alimentaria, cabe señalar la necesidad de reestructurar las relaciones consumidor/a-productor/a. En la agroecología, ya no son elementos independientes entre sí, sino que se favorece la acción social conjunta y se trabaja en propuestas de participación colectiva. Un cambio de paradigma, basado en los canales cortos de comercialización de agricultura y ganadería familiar y ecológica, fomenta, además, la creación de redes de apoyo locales. Esto supone no sólo beneficios a nivel social, gracias a los lazos construidos entre los productores/as y consumidores/as, la protección de un paisaje rural vivo y la creación de vínculos entre la sociedad y la tierra, sino también económicos, por el abaratamiento de los gastos de producción debido al menor coste energético, derivado del transporte por tratarse de intercambios locales, y económico, por el abandono del uso de agroquímicos o por prescindir de intermediarios. En caso de que no se produzca este cambio de paradigma, la pequeña agricultura continuará perdiendo su capacidad de negociación frente a las grandes distribuidoras y con ello, los medios necesarios para sobrevivir.

Una vez analizada la producción, parece necesaria una breve reflexión sobre el modelo de consumo actual. Al tratarse de una temática tan amplia, nos hemos centrado en un factor que consideramos clave: el rol de la publicidad. Que el consumo de productos procesados hayan superado en menos de un siglo al de los productos frescos nos revela un elemento que se ha instalado rápidamente en las sociedades occidentales: la veneración a la imagen. Y es que hoy, los productos alimentarios más vendidos (16) tienen una apariencia deliciosa pero carecen de valor nutricional, y las consecuencias sociales, culturales y medioambientales de su fabricación son, cuanto menos, cuestionables. Los productos de la sociedad de consumo, entre los que se incluyen los alimentos, presentan una estructura de señuelo (Ibañez, 116: 1994) (17), la forma exterior es llamativa y atractiva pero el contenido profundo es totalmente diferente. La industria enmascara este contenido profundo para generar ingresos económicos, creando una ‘ilusión’ y ‘desnaturalizando’ el valor del alimento. Esto conlleva un mayor consumo de productos procesados y sus posibles consecuencias sanitarias y sociales. Lo que se compra ya no tiene valor nutricional alguno sino valor estético. Al contrario, la agroecología reivindica una alimentación basada en una dieta saludable y diversificada a través del consumo de productos frescos y de temporada y que sea culturalmente apropiada, adaptada a las tradiciones alimentarias de cada población. Entonces, para la agroecología, el alimento adquiere de nuevo el valor nutricional, simbólico y político que nunca debería haber perdido.

Para que este cambio de paradigma sea viable y funcional, el trabajo divulgativo es fundamental. Y no sólo en los entornos escolares, sino con los propios productores/as y consumidores/as, quienes por falta de información pueden a veces ignorar la importancia colectiva de cada una de sus acciones individuales.

Cuestión de supervivencia.

En su fin último, la agroecología propone una crítica al modelo desarrollista fomentado por las instituciones nacionales e internacionales desde finales del siglo XX, que defiende que el crecimiento económico es una condición necesaria para la mejora de las condiciones de vida. Integrando la teoría del decrecimiento, la agroecología supera el actual concepto de bienestar, vinculado únicamente a lo monetario, para defender una sociedad justa y ecológicamente sostenible, dónde el bienestar social y ambiental reemplace al Producto Interior Bruto como indicador de la prosperidad de un territorio (Naredo, 2021).

Parece que en el contexto actual de crisis climática, la resiliencia se establece como una cualidad fundamental: el modelo viable no es ya el más productivo sino aquel que tiene más capacidad de adaptarse a los cambios. Y como tal, el sistema alimentario hegemónico ha demostrado su facilidad para entrar en crisis, alterando su capacidad de reproducción social, a raíz de cualquier cambio en el precio de los combustibles fósiles o las paradojas geopolíticas (18). Al contrario, un sistema alimentario agroecológico, localizado, culturalmente adaptado y sobre todo cooperativo y participativo, permite mayor independencia y capacidad de acción. En una sociedad donde el carácter del riesgo es estructural, establecer alternativas socialmente justas y basadas en principios ecológicos y sostenibles en el tiempo parece ya una cuestión de supervivencia.

Y desde el Enjambre sin Reina, ¿qué hacemos?

El proyecto del Mercao Social La Rendija, activo desde 2012 es una iniciativa que se define a sí misma como un espacio autogestionado de producción y consumo crítico en Sevilla que se construye con una base ética, democrática, ecológica y solidaria. En esta descripción, apreciamos que se ha realizado una reflexión crítica sobre la aportación social y medioambiental del establecimiento, además de posicionarse en el barrio como un enlace entre las personas consumidoras y las productoras. Se establece entonces como un buen ejemplo de canal corto de comercialización en el sector agroalimentario justo, ecológico y local .

FUENTES:

(1)  GAP REPORT:

https://globalagriculturalproductivity.org/wp-content/uploads/2019/01/2016_GAP_Re port.pdf

(2)  HLPE (2014): Food losses and waste in the context of sustainable food systems. Roma.

(3)  Sen, A. (1982): Poverty and famines: an essay on entitlement and deprivation, UK: Oxford University Press.

(4)  Friedmann, H. (1982): ‘The political economy of food: the rise and fall of the postwar international food orders’ American Journal of Sociology, Supplement, Marxist Inquiries: Studies of labor, Class and States, 88,, 248-286.

(5)  Altieri, M.A. (1995): Agroecology: The Science of Sustainable Agriculture, Boulder, Westview Press.

(6)  Entrevista a José Manuel Naredo, 2021.

https://www.fuhem.es/2021/09/16/entrevista-a-jose-manuel-naredo-sobre-economia-lucro-y-poder/

(7)  FAO (2019): El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, Roma.

(8)  Fink, A. (1984): Fertilizantes y fertilización, Barcelona, Editorial Reverte.

(9)  Terol, E. (2009): ‘Entrevista a Darren Doherty, permacultor’, la fertilidad de la tierra 38

https://www.mapa.gob.es/ministerio/pags/Biblioteca/Revistas/pdf_Ferti%2FFerti_2009_38_56_59.pdf

(10) Borrador para la elaboración del plan estratégico de la PAC post-2020.

https://www.mapa.gob.es/es/pac/post-2020/200408_oe51documento_de_partida_v20_-_final_tcm30-520398.pdf

(11) Entrevista a Leandro del Moral.

https://www.infolibre.es/politica/leandro-moral-seria-tercermundista-llegar-cortar-agua-domestica_1_1293967.html

(12) Díaz-Méndez, C. y García-Espejo, I. (coords) (2021): El malestar con la alimentación. Madrid, Ediciones Trea.

(13) Las cifras del hambre en el mundo, UNICEF 2022.

https://www.unicef.es/noticia/las-cifras-del-hambre-en-el-mundo

(14) Food waste index report 2021

https://www.unep.org/es/resources/informe/indice-de-desperdicio-de-alimentos-2021

(15) FDA: Todo sobre EEB, 2020

https://www.fda.gov/animal-veterinary/animal-health-literacy/todo-sobre-eeb-enfermedad-de-las-vacas-locas

(16) Europapress: Coca-cola, la marca más elegida de gran consumo del mundo por noveno año consecutivo. https://www.europapress.es/economia/noticia-coca-cola-marca-mas-elegida-gran-cons umo-mundo-noveno-ano-consecutivo-20210521122744.html

(17)  Ibañez, J. (1994): Para una sociología de la vida cotidiana, Madrid, Siglo XXI.

(18)  New York Times: La guerra en Ucrania podría desencadenar una crisis mundial de alimentos.

https://www.nytimes.com/es/2022/03/23/espanol/ucrania-guerra-alimentos-precios.ht ml